El Black Friday sí vale la pena…
Cuando se compra con cabeza fría
Greyson Gómez
11/30/20252 min read

Cada año el Black Friday mueve a millones de consumidores con la promesa de descuentos irrepetibles. Y aunque es cierto que existe mucho ruido comercial, también es cierto que, bien utilizado, se convierte en una oportunidad real para quienes entienden dónde están los precios que sí bajan y cuáles son las categorías donde el mercado realmente ofrece un beneficio. No todo es mito ni manipulación; el problema es que muchos compran sin información, no sin oportunidades.
La tecnología es el mejor ejemplo. En este sector los descuentos no son un truco, sino una consecuencia natural del mercado. Las marcas liberan inventario, renuevan líneas y ajustan precios por competencia global. Ahí las rebajas son tangibles: celulares de la generación anterior, computadores, audífonos premium, pantallas. Son compras que reflejan una caída real del precio porque responden a ciclos cortos y a presión internacional, no a maquillaje comercial. Cuando alguien compra en esta categoría durante el Black Friday, casi siempre está pagando menos de lo que pagaría en cualquier otro mes del año.
Algo parecido ocurre con los electrodomésticos y las herramientas de trabajo. No se trata de “aprovechar por aprovechar”, sino de entender que estas líneas concentran inventarios grandes y altos costos logísticos. Si ya estaba previsto un reemplazo —una nevera, una lavadora, un equipo de oficina— el Black Friday se convierte en un escenario racional para hacerlo. Ahí la compra no es antojo, sino amortización futura. Lo que inviertes hoy te evita un costo mayor mañana.
También hay un espacio donde los descuentos son completamente reales y no dependen de los comercios locales: las suscripciones y servicios digitales. Plataformas globales, software profesional, herramientas de trabajo, cursos y aplicaciones de productividad aplican rebajas auténticas porque operan de manera estandarizada en todo el mundo. Aquí la fecha no es mercadeo: es una ventana anual de ajuste de precios que sí vale la pena aprovechar.
Incluso en bienestar y deporte, categorías que rara vez bajan fuera de esta temporada, aparecen oportunidades valiosas. Relojes deportivos, bandas de medición, dispositivos de entrenamiento y ropa técnica ofrecen descuentos que no se ven en ningún otro momento del año. Para quienes entrenan, trabajan su salud y cuidan su rendimiento, estas compras no son un gusto impulsivo, sino una inversión coherente en un proceso personal.
El problema, entonces, no es el Black Friday. El problema es dejarse llevar por la emoción y no por el análisis. No todo baja, no todo conviene, y no toda “oferta” es oferta. Pero cuando se entiende la dinámica del mercado, la fecha sí representa una ventaja real, especialmente para quienes compran con información y no por impulso. El consumidor que compara, revisa el precio histórico y compra solo lo que ya tenía contemplado obtiene beneficios concretos, lejos de la ficción publicitaria que rodea la jornada.
En síntesis, el Black Friday sí vale la pena, siempre y cuando se use como herramienta y no como tentación. Es una oportunidad para optimizar decisiones, no para acumular gastos. Quien compra lo necesario, en las categorías correctas y bajo criterios racionales, termina ganando de verdad.
Greyson Gómez / Director Coafico



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