El día de las Velitas:

En Colombia hemos vivido siempre de tradiciones que, más allá de la fe, funcionan como puntos de encuentro. El Día de las Velitas era uno de esos momentos donde la calle, la familia y el barrio se transformaban en un mismo espacio. Era una celebración sencilla, pero simbólicamente poderosa: prender una vela, conversar, reír, escuchar música, ver jugar a los niños y compartir con los vecinos sin aceleres ni distracciones.

Hoy, poco a poco, esa tradición se está apagando.

Las calles ya no brillan como antes, los barrios se ven más silenciosos y cada vez son menos las familias que salen a encender una vela juntos. No es desinterés; es una mezcla de vida acelerada, saturación de pantallas, pérdida de conexión comunitaria y un país donde cada vez cuesta más coincidir en algo simple.

El Día de las Velitas no debería reducirse a una foto para redes sociales. Es, o debería seguir siendo, un recordatorio de que las celebraciones más valiosas no son las más costosas, sino las que mantienen vivas las costumbres que nos dieron identidad. Las velas y los farolitos no son decoración: fueron siempre un gesto de unión, de pausa y de comunidad.

Rescatar esta tradición no significa replicar exactamente lo que hacían nuestros abuelos. Significa darle sentido nuevamente: salir un momento de la rutina, compartir con quienes queremos, recuperar la calle como espacio seguro y recordar que la identidad colectiva se fortalece en pequeños actos que logramos mantener en el tiempo.

Si dejamos que el Día de las Velitas se apague, no solo perdemos una fecha: perdemos un símbolo. Y un país sin símbolos compartidos termina desconectándose de sí mismo.

Hoy vale la pena encender una vela. Por la tradición, por la familia y por aquello que todavía nos une.

¡FELICES FIESTAS!

Greyson Gómez / Director Coafico

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