Más allá de las diferencias

Vivimos en una época marcada por la polarización. Las diferencias de opinión —sean políticas, ideológicas o incluso en torno a temas sociales o económicos— tienden cada vez más a convertirse en fuentes de conflicto, distanciamiento e incluso ruptura entre personas.

Esta situación no solo afecta el ámbito público: impacta también relaciones personales, amistades de años, vínculos familiares y, de manera preocupante, ambientes laborales y profesionales.

Es legítimo —y propio de una sociedad democrática— que existan puntos de vista diversos. El debate es necesario, el disenso es saludable. Sin embargo, cuando permitimos que esas diferencias ideológicas se conviertan en barreras que fracturen los lazos humanos y profesionales, estamos debilitando el tejido social que toda comunidad necesita para sostenerse y progresar.

Hoy es frecuente ver cómo se rompen relaciones personales o se tensionan entornos de trabajo por el solo hecho de no compartir una postura política o un punto de vista sobre temas coyunturales. Ello refleja una preocupante incapacidad para separar las ideas de las personas, lo que en última instancia empobrece el debate y limita la convivencia.

Ejercer la tolerancia, respetar la pluralidad de pensamiento y comprender que los valores personales y profesionales deben estar por encima de cualquier diferencia ideológica es una muestra de madurez. En tiempos de alta polarización, mantener esa perspectiva es esencial para preservar relaciones que aportan valor, afecto y desarrollo tanto en lo personal como en lo profesional.

Las ideas cambian. Los contextos políticos son temporales. Lo que permanece es la integridad de las relaciones humanas construidas sobre el respeto, la confianza y la empatía. No lo perdamos de vista.

Greyson Gómez / Director Coafico

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